Vuelvo, aquí estoy. -Perdonad la ausencia-. El origen por el que nació este blog ha terminado, pero he vuelto como prometí, llena de ganas, ahora más que nunca.
Apena ha pasado medio mes y he cambiado, poco pero he cambiado.
De primeras vuelvo con 17 años, uno mas de cómo empezó toda esta historia. No pude escribir para contarlo, pero alguien si lo hizo, así que estoy perdonada.
Pero a eso no he venido. Ayer (31 enero; cumple de mi primo Víctor, como dato intrascendente) se cerró un capítulo, el culpable de mis quebraderos de cabeza desde hace meses. Probablemente no fue de la manera que nos hubiera gustado, tampoco el momento. Pero ayer eso no me importaba, al menos a mí, y no saqué la mayor de las sonrisas, pero me alegre, me alegré mucho. Y quise sacar el champán al recibir esa foto, no voy a engañarme.
Hay una canción que tiene que estar aquí. Es una canción preciosa y una gran lección de vida. Además, es el título de una parte de un blog que recomiendo. Os recomiendo que no sólo la oigáis, escuchadla, escuchad su letra también y tenedla cuenta en la vida, siempre.
(Mañana cuelgo la canción, Julia se ha llevado mi pendrive con el programa necesario, ya me entendéis)